Hace años, en un pueblo de Ensenada, vivía una muchacha que amaba a los gatos. Aparte de trabajar, se dedicaba a cuidarlos, alimentarlos y darles cariño; siempre estaba rodeada de ellos, cuando veía a uno abandonado en la calle se lo llevaba a su casa. Todos los vecinos sabían de su amor hacia esos animales, es por esta razón que en vez de llamarla por su nombre, le decían la muchacha de los gatos.
Sucedió que una noche se despertó al oír fuertes golpes en la ventana. Pensó que era algún vecino que necesitaba algo y al asomarse se sorprendió, pues no había sino un gato negro que la miraba con ojos brillantes. Ella le abrió para dejarlo entrar y el gato se le acercó ronroneando, así que lo acarició un rato y luego se volvió a dormir.
Pasaron varios días. El gato negro era el más cariñoso de todos los que vivían con la muchacha, la seguía adonde iba y ¡hasta dormía en su cama! Sin embargo, la joven se dio cuenta que los otros gatos empezaron a alejarse, a irse de su casa; no entendía por qué y sentía tristeza, pues cada vez tenía menos animales. De entre éstos, ella quería especialmente a una gata siamés, a la que había criado desde pequeña; temerosa de que también se alejara decidió dedicarle más tiempo.
Una tarde la joven llegó de trabajar y, con gran pesar, se fijó que sólo dos gatos se acercaron a ella: la siamés y el negro. Levantó a la gata, la abrazó, la besó y se sorprendió mucho al ver que el gato negro se enojaba; a ella le dio miedo porque los ojos se le pusieron rojos, se le pararon los pelos del lomo y empezó a gruñir tan fuerte que parecían los gritos de una persona. A la noche siguiente, mientras le servía leche a su gata, el gato negro se acercó y comenzó a maullar enojado; al ver esto, la muchacha trató de levantar a la siamés, pero el gato saltó sobre la gata y pelearon ferozmente. Desesperada por no poder separarlos, corrió a buscar una escoba. Cuando regresó, la gata estaba muerta y el gato negro se lamía las garras. Entonces la joven se puso a llorar, y con la escoba echó al gato a la calle. Durante varias noches, el animal estuvo maullando en la ventana, esperando que le abriera para entrar.
Cierto día en que la muchacha regresó, encontró al gato dentro de la casa y se espantó, porque se veía enorme, grandísimo. Trató de sacarlo y el gato ni se movió, sólo se quedó viéndola a los ojos; de pronto ¡saltó sobre ella, arañándola y mordiéndola! La muchacha quiso zafarse, gritar, pero el gato enredó su larga cola en el cuello de la joven y apretó hasta que ella dejó de respirar. El negro animal se quedó un rato junto al cuerpo, luego salió por la ventana y desapareció en medio de la noche.
Nadie se hubiera enterado de la muerte de la joven, pero los otros gatos regresaron apenas huyó el gato negro y, al ver que ella no se movía, se pusieron a llorar. El llanto de tantos gatos hizo que la gente fuera a asomarse; sólo así encontraron a la pobre muchacha. Fin.
miércoles, 2 de diciembre de 2009
"EL VAMPIRO DE B.C.S.
La Leyenda: Antes que nada, permítanme contarles la leyenda que ha inspirado este relato. Una leyenda urbana, real, y muy popular en el estado de Baja California sur, México. Una leyenda que posiblemente se convierta en realidad en muy poco tiempo.
--Hace 99 años, un vampiro murió, y fue enterrado como un cristiano cualquiera, pero cuenta la leyenda, que al anochecer del día 12 de enero del año 2011, cuando este ser cumpla 100 años de haber fallecido, resucitará; saldrá de la tumba e iniciara un nuevo reino de terror, y no prevalecerá otra cosa más que la maldad--
--Hace 99 años, un vampiro murió, y fue enterrado como un cristiano cualquiera, pero cuenta la leyenda, que al anochecer del día 12 de enero del año 2011, cuando este ser cumpla 100 años de haber fallecido, resucitará; saldrá de la tumba e iniciara un nuevo reino de terror, y no prevalecerá otra cosa más que la maldad--
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"LA SEÑORA DEL CINCO"
Esta es una historia real aunque todo mundo diga eso y sea un cliché. en la ciudad de mexicali, baja california, en méxico, existe una leyenda muy vieja, toda la ciudad la conoce, sobre todo, la gente de mayor edad puesto que esta ciudad (aquí nací y vivo) apenas acaba de cumplir 100 años, entonces no es nada raro que hasta los jóvenes la conozcamos bien.
Hace muchos años en el centro de la ciudad vivía una señora que maltrataba mucho a sus hijos, les gritaba todo el tiempo, les pegaba y los encerraba en la casa. así pasó el tiempo, hasta que sus hijos se hicieron mayores, se casaron y la abandonaron.
La señora, sintiéndose culpable y con remordimientos, fue a la iglesia de la ciudad a hablar con el sacerdote, le contó todas las cosas que les había hecho a sus hijos durante muchos años, el padre, al escuchar las crueldades que la mujer había cometido, le dijo que sus pecados eran muchos, que una madre como ella sólo podía viajar a roma para allí encontrar el perdón de dios. pero la señora era muy pobre y no tenía manera de costear un viaje, ¡mucho menos hasta roma!, así que el sacerdote le ordenó que pidiera limosna, pero (para que su penitencia fuera más dura) sólo debía aceptar monedas de cinco centavos (equivalente a cinco pesos mexicanos de hoy) y si le daban monedas de otra cantidad, debía devolverlas.
La mujer salió de la iglesia y ese mismo día empezó con su misión, todos los días se sentaba frente a la iglesia a dinero, mucha gente se sorprendía al ver que cuando le intentabas dar monedas de mayor valor las rechazaba, por lo que la comenzaron a llamar la señora del cinco.
Tristemente, años más tarde y poco antes de poder conseguir el dinero suficiente para el viaje, enfermó gravemente y murió.
Días después de su muerte, un señor que caminaba frente a la iglesia cierta noche vio a una vieja que llevaba un velo en la cabeza con apariencia muy humilde. la mujer se le acercó y le dijo:
- señor, ¿no me regala un cinco?.
- no tengo, pero tome esta moneda de veinte.
- entonces ella se descubrió la cara y era el rostro de una calavera.
- ¡no pedí veinte centavos, pedí cinco! ¡lo maldigo!
Y así sucedió que muchas personas relataban lo mismo, y a muchas de ellas les ocurrían desgracias al poco tiempo, y los papás solían asustarnos con el clásico te va a llevar la señora del cinco.
La historia se volvió tan popular (fuera verdad o no) que en mexicali, durante muchos años, se acostumbró llevar siempre una moneda de cinco si salías a la calle, y las casas de todas las familias tenían siempre un vasito lleno de monedas de cinco centavos por si la mujer tocaba a la puerta.
Yo no conocí esta historia hasta la secundaria, en clase de lectura y redacción, un día que nos pusimos a hablar de historias de terror, una amiga la mencionó y resulta que casi todo mundo conocía la leyenda menos yo. entonces la profesora nos contó que cuando ella tenía como 9 años, en su casa también juntaban moneditas de cinco y que se hablaba de la leyenda de la señora aunque nadie de la familia la hubiera visto. un día la dejaron sola en la casa y le dijeron que no abriera la puerta para nada (obviamente no por el fantasma, sino por los delincuentes), y a ella le recordó la historia, pero no le dio miedo. al poco rato de que sus papás se fueron, alguien llamó a la puerta y ella, temorosa de abrir, se asomó por la ventana. dice que se quedó helada al ver a una figura con una capa negra que parecía flotar del suelo y no tener cabeza. jamás supo si se trataba de la señora del cinco o no, porque no se atrevió a abrirle la puerta, sino que se escondió llorando debajo de la cama hasta que llegaron sus papás, que ni siquiera le creyeron...
Yo sinceramente no sé qué creer, pero en fin, es una leyenda.
Hace muchos años en el centro de la ciudad vivía una señora que maltrataba mucho a sus hijos, les gritaba todo el tiempo, les pegaba y los encerraba en la casa. así pasó el tiempo, hasta que sus hijos se hicieron mayores, se casaron y la abandonaron.
La señora, sintiéndose culpable y con remordimientos, fue a la iglesia de la ciudad a hablar con el sacerdote, le contó todas las cosas que les había hecho a sus hijos durante muchos años, el padre, al escuchar las crueldades que la mujer había cometido, le dijo que sus pecados eran muchos, que una madre como ella sólo podía viajar a roma para allí encontrar el perdón de dios. pero la señora era muy pobre y no tenía manera de costear un viaje, ¡mucho menos hasta roma!, así que el sacerdote le ordenó que pidiera limosna, pero (para que su penitencia fuera más dura) sólo debía aceptar monedas de cinco centavos (equivalente a cinco pesos mexicanos de hoy) y si le daban monedas de otra cantidad, debía devolverlas.
La mujer salió de la iglesia y ese mismo día empezó con su misión, todos los días se sentaba frente a la iglesia a dinero, mucha gente se sorprendía al ver que cuando le intentabas dar monedas de mayor valor las rechazaba, por lo que la comenzaron a llamar la señora del cinco.
Tristemente, años más tarde y poco antes de poder conseguir el dinero suficiente para el viaje, enfermó gravemente y murió.
Días después de su muerte, un señor que caminaba frente a la iglesia cierta noche vio a una vieja que llevaba un velo en la cabeza con apariencia muy humilde. la mujer se le acercó y le dijo:
- señor, ¿no me regala un cinco?.
- no tengo, pero tome esta moneda de veinte.
- entonces ella se descubrió la cara y era el rostro de una calavera.
- ¡no pedí veinte centavos, pedí cinco! ¡lo maldigo!
Y así sucedió que muchas personas relataban lo mismo, y a muchas de ellas les ocurrían desgracias al poco tiempo, y los papás solían asustarnos con el clásico te va a llevar la señora del cinco.
La historia se volvió tan popular (fuera verdad o no) que en mexicali, durante muchos años, se acostumbró llevar siempre una moneda de cinco si salías a la calle, y las casas de todas las familias tenían siempre un vasito lleno de monedas de cinco centavos por si la mujer tocaba a la puerta.
Yo no conocí esta historia hasta la secundaria, en clase de lectura y redacción, un día que nos pusimos a hablar de historias de terror, una amiga la mencionó y resulta que casi todo mundo conocía la leyenda menos yo. entonces la profesora nos contó que cuando ella tenía como 9 años, en su casa también juntaban moneditas de cinco y que se hablaba de la leyenda de la señora aunque nadie de la familia la hubiera visto. un día la dejaron sola en la casa y le dijeron que no abriera la puerta para nada (obviamente no por el fantasma, sino por los delincuentes), y a ella le recordó la historia, pero no le dio miedo. al poco rato de que sus papás se fueron, alguien llamó a la puerta y ella, temorosa de abrir, se asomó por la ventana. dice que se quedó helada al ver a una figura con una capa negra que parecía flotar del suelo y no tener cabeza. jamás supo si se trataba de la señora del cinco o no, porque no se atrevió a abrirle la puerta, sino que se escondió llorando debajo de la cama hasta que llegaron sus papás, que ni siquiera le creyeron...
Yo sinceramente no sé qué creer, pero en fin, es una leyenda.
"LA ENFERMERA EVA"
Dicen que en una ranchería cercana a la ciudad de Tijuana vivía una
enfermera llamada Eva. Era muy conocida y respetada porque ayudaba a
los enfermos y a los accidentados; sin importar la hora iba adonde se
lo pidieran. Cierto día, llegó a su casa una señora que le rogó muy
angustiada:
—Señorita Eva, mi esposo está enfermo, necesita que lo atiendan; por
favor, venga a verlo.
—¿Qué es lo que tiene? —preguntó la enfermera.
—Ha tenido mucho dolor de estómago, toda la noche se estuvo quejando —
respondió la mujer.
—¿Por dónde vives?
—Cerca de La Rumorosa —contestó.
—Está lejos —dijo la enfermera—. Primero voy a ver a una vecina que
también está enferma, pero dime cómo llegar y en cuanto me desocupe,
iré para allá.
La señora le dio las señas del lugar y se fue. Mientras tanto, la
enfermera tomó su maletín y se dirigió a la casa de su vecina.
Terminada su visita, salió rumbo a La Rumorosa caminando bajo el
calor intenso del mediodía, pero en su prisa por llegar adonde la
esperaban, equivocó el camino.
—No veo ninguna casa —pensó preocupada— estoy segura de que me dijo
que era por aquí.
Ya habían pasado varias horas desde que saliera de su casa y pronto
oscurecería. Tenía hambre y sed porque el agua que llevaba se había
terminado; aún así trató de no desesperarse. Levantó la vista y no
miró otra cosa que piedras formando los enormes cerros de La
Rumorosa... una sensación de temor la invadió porque sabía historias
de ese lugar en las que se hablaba de aparecidos, brujas y quién sabe
cuántas cosas más.
Decidió volver a caminar y guardando su miedo se metió entre aquellos
cerros; con la noche las enormes piedras que se encontraban por todos
lados se transformaban en horrendas personas y animales que gritaban
su nombre: ¡Eva, Eva...!
La mujer echó a correr desesperada entre las rocas hasta que sus pies
resbalaron y no supo más de sí.
Con los días, los vecinos fueron a buscar a Eva a su casa, pero no la
encontraron. No volvieron a saber de ella hasta que en las curvas de
La Rumorosa vieron a una mujer vestida de blanco que pedía raite...
el camino era tan difícil que nadie podía detenerse, pero aun así,
cuando menos se lo esperaban, ¡aparecía sentada a un lado del que iba
manejando! ¡El susto que se llevaban! La mujer se quedaba muda y
siempre desaparecía frente al panteón. Se dice que todos estaban tan
espantados que ya no querían pasar por aquellos lugares, pues corría
el rumor de que era la enfermera muerta.
Otros cuentan que en la Cruz Roja de Tecate, muchos pacientes han
sido atendidos por una misteriosa mujer que era muy cuidadosa en las
curaciones y desaparecía siempre que llegaba la enfermera de turno; a
pesar del susto que les dio ver cómo se desvanecía, la mayoría
coincide en que siempre los favoreció.
Mucha gente ha acudido con el padre para que ayude a la enfermera en
pena, pero, como nadie sabe dónde murió, no han podido hacer nada;
así, la muerta seguirá vagando por los caminos de La Rumorosa durante
muchos años más.
enfermera llamada Eva. Era muy conocida y respetada porque ayudaba a
los enfermos y a los accidentados; sin importar la hora iba adonde se
lo pidieran. Cierto día, llegó a su casa una señora que le rogó muy
angustiada:
—Señorita Eva, mi esposo está enfermo, necesita que lo atiendan; por
favor, venga a verlo.
—¿Qué es lo que tiene? —preguntó la enfermera.
—Ha tenido mucho dolor de estómago, toda la noche se estuvo quejando —
respondió la mujer.
—¿Por dónde vives?
—Cerca de La Rumorosa —contestó.
—Está lejos —dijo la enfermera—. Primero voy a ver a una vecina que
también está enferma, pero dime cómo llegar y en cuanto me desocupe,
iré para allá.
La señora le dio las señas del lugar y se fue. Mientras tanto, la
enfermera tomó su maletín y se dirigió a la casa de su vecina.
Terminada su visita, salió rumbo a La Rumorosa caminando bajo el
calor intenso del mediodía, pero en su prisa por llegar adonde la
esperaban, equivocó el camino.
—No veo ninguna casa —pensó preocupada— estoy segura de que me dijo
que era por aquí.
Ya habían pasado varias horas desde que saliera de su casa y pronto
oscurecería. Tenía hambre y sed porque el agua que llevaba se había
terminado; aún así trató de no desesperarse. Levantó la vista y no
miró otra cosa que piedras formando los enormes cerros de La
Rumorosa... una sensación de temor la invadió porque sabía historias
de ese lugar en las que se hablaba de aparecidos, brujas y quién sabe
cuántas cosas más.
Decidió volver a caminar y guardando su miedo se metió entre aquellos
cerros; con la noche las enormes piedras que se encontraban por todos
lados se transformaban en horrendas personas y animales que gritaban
su nombre: ¡Eva, Eva...!
La mujer echó a correr desesperada entre las rocas hasta que sus pies
resbalaron y no supo más de sí.
Con los días, los vecinos fueron a buscar a Eva a su casa, pero no la
encontraron. No volvieron a saber de ella hasta que en las curvas de
La Rumorosa vieron a una mujer vestida de blanco que pedía raite...
el camino era tan difícil que nadie podía detenerse, pero aun así,
cuando menos se lo esperaban, ¡aparecía sentada a un lado del que iba
manejando! ¡El susto que se llevaban! La mujer se quedaba muda y
siempre desaparecía frente al panteón. Se dice que todos estaban tan
espantados que ya no querían pasar por aquellos lugares, pues corría
el rumor de que era la enfermera muerta.
Otros cuentan que en la Cruz Roja de Tecate, muchos pacientes han
sido atendidos por una misteriosa mujer que era muy cuidadosa en las
curaciones y desaparecía siempre que llegaba la enfermera de turno; a
pesar del susto que les dio ver cómo se desvanecía, la mayoría
coincide en que siempre los favoreció.
Mucha gente ha acudido con el padre para que ayude a la enfermera en
pena, pero, como nadie sabe dónde murió, no han podido hacer nada;
así, la muerta seguirá vagando por los caminos de La Rumorosa durante
muchos años más.
"El TRAILERO FANTASMA"
hace mucho tiempo, sobre la carretera de la rumorosa, un trailero manejaba a toda velocidad rumbo a mexicali, pues su esposa estaba a punto de dar a luz y quería llegar rápido a su casa, ya que llevaba dinero para lo que se ofreciera, mas cuando iba a tomar una peligrosa curva perdió el control y se estrelló contra unas rocas.
el chofer se bajó del trailer todo aturdido, se miró el cuerpo y se alegró al darse cuenta que no le había pasado nada. entonces esperó a que pasara alguien para que le ayudara o lo llevara a la ciudad, pero durante mucho tiempo nadie cruzó aquellos cerros. el hombre se quedó dormido y cuando despertó se sorprendió al ver todo oscuro; no entendía qué pasaba así que decidió caminar, caminó y caminó, avanzó una buena distancia, sabía que la salida de la rumorosa estaba cerca y sin embargo, cuando se dio cuenta se encontró en el mismo lugar del accidente...
a los tres días hallaron el camión pero no al conductor; de él no se supo nada. hasta que en una ocasión, años más tarde, un muchacho que manejaba un trailer se detuvo porque un hombre le hizo señas.
—amigo, me llamo francisco vázquez y necesito con urgencia que mi mujer reciba un dinero porque va a tener un niño. yo no puedo ir, mi trailer se descompuso y no lo puedo dejar aquí.
—sí, señor, con gusto se lo llevaré —contestó el muchacho— sólo dígame dónde vive su señora.
el hombre le entregó un papel en el que anotó la dirección y el nombre de su esposa. al despedirse, el joven sintió que un escalofrío le recorría la espalda, pues al darle la mano, el señor estaban tan frío como un muerto. el muchacho no le dio importancia, subió a su trailer y se encaminó a la ciudad de mexicali.
al día siguiente, fue a buscar a la señora pero no la encontró; alguien le dijo que ya no vivía ahí, que hacía tiempo se había cambiado. sin darse por vencido, preguntó en varios lugares hasta que, por las señas del papel, una anciana le indicó dónde vivía. al llegar dio unos golpes en la puerta y esperó a que le abrieran.
—¿dígame joven? —le preguntó la señora.
—perdone, ¿aquí vive la esposa del señor francisco vázquez?
—soy yo —contestó ella— ¿qué se le ofrece?
—ayer en la carretera, su esposo me pidió que le trajera este dinero, porque se le descompuso el trailer...
—¡no puede ser! —lo interrumpió la señora tapándose la boca—. mi marido murió hace cinco años.
al muchacho le temblaron las piernas, le dejó el dinero a la señora, que se puso a llorar, y se fue para su casa todo asustado. cuando llegó, apenas había cerrado la puerta cuando descubrió frente a él al trailero de la carretera y brincó espantado; sentía que una fuerza extraña lo invadía.
—¡gracias, amigo! —le dijo el muerto con voz cavernosa, mientras desaparecía.
el joven podía escuchar los latidos de su corazón y tardó un buen rato en recuperarse de la impresión. tiempo después, al platicar con unos amigos, se enteró de que el trailero ya se les había aparecido a otros hombres, mismos que no habían cumplido el encargo del muerto, por eso se les fue secando el cuerpo hasta quedar como esqueletos.
el chofer se bajó del trailer todo aturdido, se miró el cuerpo y se alegró al darse cuenta que no le había pasado nada. entonces esperó a que pasara alguien para que le ayudara o lo llevara a la ciudad, pero durante mucho tiempo nadie cruzó aquellos cerros. el hombre se quedó dormido y cuando despertó se sorprendió al ver todo oscuro; no entendía qué pasaba así que decidió caminar, caminó y caminó, avanzó una buena distancia, sabía que la salida de la rumorosa estaba cerca y sin embargo, cuando se dio cuenta se encontró en el mismo lugar del accidente...
a los tres días hallaron el camión pero no al conductor; de él no se supo nada. hasta que en una ocasión, años más tarde, un muchacho que manejaba un trailer se detuvo porque un hombre le hizo señas.
—amigo, me llamo francisco vázquez y necesito con urgencia que mi mujer reciba un dinero porque va a tener un niño. yo no puedo ir, mi trailer se descompuso y no lo puedo dejar aquí.
—sí, señor, con gusto se lo llevaré —contestó el muchacho— sólo dígame dónde vive su señora.
el hombre le entregó un papel en el que anotó la dirección y el nombre de su esposa. al despedirse, el joven sintió que un escalofrío le recorría la espalda, pues al darle la mano, el señor estaban tan frío como un muerto. el muchacho no le dio importancia, subió a su trailer y se encaminó a la ciudad de mexicali.
al día siguiente, fue a buscar a la señora pero no la encontró; alguien le dijo que ya no vivía ahí, que hacía tiempo se había cambiado. sin darse por vencido, preguntó en varios lugares hasta que, por las señas del papel, una anciana le indicó dónde vivía. al llegar dio unos golpes en la puerta y esperó a que le abrieran.
—¿dígame joven? —le preguntó la señora.
—perdone, ¿aquí vive la esposa del señor francisco vázquez?
—soy yo —contestó ella— ¿qué se le ofrece?
—ayer en la carretera, su esposo me pidió que le trajera este dinero, porque se le descompuso el trailer...
—¡no puede ser! —lo interrumpió la señora tapándose la boca—. mi marido murió hace cinco años.
al muchacho le temblaron las piernas, le dejó el dinero a la señora, que se puso a llorar, y se fue para su casa todo asustado. cuando llegó, apenas había cerrado la puerta cuando descubrió frente a él al trailero de la carretera y brincó espantado; sentía que una fuerza extraña lo invadía.
—¡gracias, amigo! —le dijo el muerto con voz cavernosa, mientras desaparecía.
el joven podía escuchar los latidos de su corazón y tardó un buen rato en recuperarse de la impresión. tiempo después, al platicar con unos amigos, se enteró de que el trailero ya se les había aparecido a otros hombres, mismos que no habían cumplido el encargo del muerto, por eso se les fue secando el cuerpo hasta quedar como esqueletos.
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"EL POZO DE LAS CADENAS"
Cuentan en Tecate, un pueblo ubicado al final de la Rumorosa, que en tiempos de la revolución, allá por 1910, vivía un matrimonio sin hijos, personas pacíficas y trabajadoras. El señor cultivaba sus tierras, mientras su esposa se hacía cargo de la casa. En ese entonces no había mucha gente en los alrededores y los caminos eran sólo brechas secas que levantaban unas tolvaneras que dejaban ciego a cualquiera.
Cierto día, unos hombres tenían mucha sed porque llevaban horas caminando bajo el sol que, antes como ahora, quemaba durísimo. Al ver al señor que trabajaba en su parcela, se acercaron.
— ¡buenas tardes! —saludaron.
— ¡buenas tardes! —Contestó el señor, dejando su labor y echándose aire con el sombrero—. ¿Qué les trae por acá?
—Las ganas de encontrar buena fortuna —respondió uno de los hombres.
—Vamos para Tijuana, ya atravesamos la rumorosa —dijo el otro.
—pues todavía les queda mucho camino.
—tenemos sed, ¿no tendrá un poco de agua que nos regale? —preguntó uno de los extraños.
— ¡qué caray!, me acabo de tomar el último trago —respondió el campesino— pero si no tienen prisa, mi casa está cerca y tengo un pozo.
—No, no tenemos prisa, vamos —dijeron los hombres.
El señor se apresuró a levantar sus aparejos; estaba contento porque, como era raro que alguien pasara por el lugar, la visita de gente era una novedad y se aprovechaba para saber cosas de lejos. Así que sin desconfiar, llevó a los hombres hasta su casa; al llegar les presentó a su esposa y éstos saludaron quitándose el sombrero.
Los hombres bebieron toda el agua que pudieron, comieron como si llevaran días sin probar alimento y platicaron largo rato. La tarde iba cayendo, los coyotes comenzaban a aullar, mientras la luna dejaba ver sus primeros rayos. Los hombres no dieron muestras de marcharse, se veía que estaban a gusto. Entonces el señor y su esposa, les prepararon un catre con ramas de cachanilla donde dormir. Muy avanzada la noche, un grito se escuchó haciendo eco a lo lejos...
Nadie sabe qué ocurrió, pero cuentan que los extraños se pusieron de acuerdo para robarle al señor lo poco que tenía, y como se resistiera lo amarraron con unas cadenas y lo echaron al pozo. La luna fue la única testigo de aquel suceso; de su esposa, así como de los hombres, no volvió a saberse nada.
Desde entonces, hay noches en que en el pozo se oye mucho ruido. Quien lo ha oído, dice que el muerto logra salir y arrastra sus cadenas mientras llora entristecido; dicen que vaga en busca de su esposa desaparecida y de los desalmados que lo mataron. La gente que pasa por ahí muy de mañana comenta que se pueden ver claramente, alrededor del pozo, las huellas de unos pies encadenados
Cierto día, unos hombres tenían mucha sed porque llevaban horas caminando bajo el sol que, antes como ahora, quemaba durísimo. Al ver al señor que trabajaba en su parcela, se acercaron.
— ¡buenas tardes! —saludaron.
— ¡buenas tardes! —Contestó el señor, dejando su labor y echándose aire con el sombrero—. ¿Qué les trae por acá?
—Las ganas de encontrar buena fortuna —respondió uno de los hombres.
—Vamos para Tijuana, ya atravesamos la rumorosa —dijo el otro.
—pues todavía les queda mucho camino.
—tenemos sed, ¿no tendrá un poco de agua que nos regale? —preguntó uno de los extraños.
— ¡qué caray!, me acabo de tomar el último trago —respondió el campesino— pero si no tienen prisa, mi casa está cerca y tengo un pozo.
—No, no tenemos prisa, vamos —dijeron los hombres.
El señor se apresuró a levantar sus aparejos; estaba contento porque, como era raro que alguien pasara por el lugar, la visita de gente era una novedad y se aprovechaba para saber cosas de lejos. Así que sin desconfiar, llevó a los hombres hasta su casa; al llegar les presentó a su esposa y éstos saludaron quitándose el sombrero.
Los hombres bebieron toda el agua que pudieron, comieron como si llevaran días sin probar alimento y platicaron largo rato. La tarde iba cayendo, los coyotes comenzaban a aullar, mientras la luna dejaba ver sus primeros rayos. Los hombres no dieron muestras de marcharse, se veía que estaban a gusto. Entonces el señor y su esposa, les prepararon un catre con ramas de cachanilla donde dormir. Muy avanzada la noche, un grito se escuchó haciendo eco a lo lejos...
Nadie sabe qué ocurrió, pero cuentan que los extraños se pusieron de acuerdo para robarle al señor lo poco que tenía, y como se resistiera lo amarraron con unas cadenas y lo echaron al pozo. La luna fue la única testigo de aquel suceso; de su esposa, así como de los hombres, no volvió a saberse nada.
Desde entonces, hay noches en que en el pozo se oye mucho ruido. Quien lo ha oído, dice que el muerto logra salir y arrastra sus cadenas mientras llora entristecido; dicen que vaga en busca de su esposa desaparecida y de los desalmados que lo mataron. La gente que pasa por ahí muy de mañana comenta que se pueden ver claramente, alrededor del pozo, las huellas de unos pies encadenados
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